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644 ((ALVETTNIA)) ta y llama (196). Las que viven en la soledad y recogimiento para escuchar la voz del Amado, que con delicado acento las llama. Las que se dejan guiar de Él y obran dirigidas, no por los impulsos de la naturaleza, sino por los impul– sos del Espíritu Santo, que rechaza lejos al enemigo, nos da la paz y nos hace evitar el mal. Hostem repellas Zongius-pacenique dones proti– nus-ductore sic te praevio-vitemus ornne no– xium. 4. Debemos conocer el Espíritu Santo.-San Pablo, luego que llegó a Efeso y encontró a al– gunos discípulos, les preguntó: «¿Habéis recibi– do el Espíritu Sant(:J?» Y le respondieron: «¡Si no sabemos si existe Espíritu Santo!» (197). Quizá no falten en nuestros días algunos cristianos que no sepan si han recibido el Espíritu Santo; pero aunque se cr,ea en las tres Personas de la Santísima Trinidad, no por eso s:empre se tiene una devoción especial al Espíritu santificador. No nos olvidemos de su acción santificadora, y coope– remos, por nuestra parte, cultivando sus don.es. 5. Debemos invocar el Espíritu Santo.-Pedir a Dios que nos envíe el Espíritu Santo, nos ilu– mine y nos renueve. ¡ Oh Espíritu Santo! Fuente viva de divinas gracias qu2 en la creación del mundo santificaste las inmensas aguas que cu– brían la faz de la tierra, te suplico que derrames en mi espíritu árido y seco las aguas vivas que salten hasta la vida eterna. ¡Oh Espíritu Santo! Que haciendo sombra con tu virtud altísima a la Purísima Virgen Maria obraste de un modo inefable la Encarnación del Verbo, haz sombra a mi alma y concédeme las gracias necesarias para que yo sea digno de re– cibir en mi pecho al Verbo divino sacramentado por mi amor. ¡Oh Espíritu Sar..to! Celestial paloma. que ba– jaste sobre Jesús. bautizado en el Jordán. baja sobre mi alma y llé:1ala de la gracia santificante. ¡Oh Espíritu Santo! Nube lúcida que, hacien- (196) Apoc.. III. 20. (197) Act., XIX. 2.
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