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DÍA VIII.-<<DIES IMITATIONIS ET AMORIS)) 641 bién a los actos heroicos. Son camino de atajo para llegar con prontitud a la perfección; son como los motores de la navecilla del alma, que la hacen navegar con velocidad hacia Dios; co– munican al alma una maravillosa sutileza que la dispone para el estado místico; son como los principios electivos de la contemplación, sobre todo, los dones de entendimiento, de sabiduría y de ciencia. El don de sabiduría nos hace discernir las ver– dades y gustar las cosas de Dios y perfecciona la caridad; el don de entendimiento nos hace penetrar las verdades reveladas y perfecciona la fe; el don de ciencia nos hace conocer las cosas con relación a Dios, nuestro último fin, y perfecciona también la fe; el don de conse– jo perfecciona la prudencia con relación a nos– otros mismos y al prójimo; el don de fortaleza perfecciona la misma virtud y facilita los actos heroicos; el don de piedad nos h2 ce considerar a Dios con amor filial y perfecciona la virtud de religión; el don de temor de Dios perfecciona la templanza y el cuidado para no ofender la bondad de nuestro Padre celestial. El Espíritu Santo nos comunica los cinco sen– tidos espirituales.-Los autores de Mística Teolo– gía hablan de los cinco sentidos esoirituales, aná– logos a los cinco sentidos materiales. Oigamos cómo los describe S. Agustín: «;,Qué amo yo en Ti, Dios mío, cuando te amo? ... Una luz, una voz, un perfume, un manjar, un abrazo: esto no lo siento sino dentro de mí. Mi alma ve resplan– decer una luz, que no se halla en el espacio; oye un sonido que no se mide con el tiempo; huele un perfume que el viento no se lleva; gusta un manjar que el hambre no consume; abrázase con algo. de lo que nunca se hartará. F.so es lo que amo cuando os amo, Dios mío» (190). Por esta especie de sentidos espirituales funcio– nan los dones del Espíritu Santo. La vista y el (190) Confess., I. X, c. VI.
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