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DÍ!\ vn;_-((DIES IMITAT:o!;:s ET AMORIS)) 639 mo una píxide viviente, donde Dios ha puesto su demora. ¡Ay de los que le profanan sacrílega– mente, como hizo Baltasar con los vasos sagra– dos del templo de Jerusalén! (187). El Espíritu Santo nos ense1ía la verclad.-Doce– bit ros omnem veritatem 088). Las verdades dog– máticas, que son el fundamento de nuestra fe; las verdades morales, que son la norma de nues– tra conducta; las verdades místicas, que nos con– ducen por las vías escondidas ele la santidad. E 1. Espíritu Santo enseüó a los Apóstoles que enm stulti et tardi acl creclenclmn; eran mate– riales, nisi videro non creclam; veían y no cono– cían, tanto tempore vobiscmn sum et nonclum cognovisti me? Pero recibido el Espíritu de Ver– dad. de ignorantes se hicieron verdaderamente sabios; de materiales, espirituales; de incrédu– los. bases y columnas de la fe. Un día el gran Agustín, inspirado por una fnerza interior. toma un libro, le abre y lee. Fué nn r :1.yo que descen– dió de lo alto; su alma vió la verdad, lloró, cre– yó, se tran ~formará y exclamará: «¡Oh, belleza eterna, qué tarde te he amado!» Quam sera te amavi. Fué el Espíritu Santo. que le iluminó y le enseüó. Nos comunica el espíritu de fortal~::;"l. --Los Apóstoles increpaban a los judíos porque habían cometido el deicidio. Ellos. e~pantados, decían: «Callad. C'.'llacl.» Pero los Apóstoles, fortalecidos por el Espíritu Santo, re:mondían: Non possmnus non loqui . .. (189). No podemos menos de hablar. Aquellos cobardes c,ue primeramente buyen, ahora hablan con audaciR y sin temor de los grandes ni de los perseguidores. En. Sir::icusa. al tribunal de Pr sc::isio es condu– cidr, la virgen Lucía; la jovencit'.l, con fortaleza, le dice al juez: «Tú observas la J:-cy de César, yo obs<:rvo la ltcy de mi Dios.» Manda conducirla al lugar infame y pasarla por la tortura. Mas la virgen permanece inmóvil como una roca. Fas- (1871 Dan., V. (lRRl .Tnam,. ::,,ur 13. (189) Act. IV, 20.,
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