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70 Lo portentoso del P. Estebé.n de Adoain perdón y diciendo: «No queremos sangre, sino paz y salvar nuestra alma ... ». Y acto seguido entregaron las . armas poniéndose a disposición del misionero. Con lo cual abortó el alzamiento. (Croni~ón, páginas 129 y sigJ. PRODIGIOSA CONVERSION DE UNA CIUDAD.– Al llegar el Padre Adoain a Venezuela en el mes de julio de i842, le fué notificado que el Sr. Arzobispo de Caracas y el Gobierno disponía:1 que ni él_ni otro al– guno de los misioneros se, trasladara a la región de indios, mientras no cesase la época de las lluvias. Gran contrariedad causó esto a nuestro Padre Adoain, pero se vió obligado a obedecer. Entre tanto ¡¡o quiso permanecer ocioso. El día 30 del mismo mes se hizo cargo de la parroquia de Parapara. Era una po– blación que tenía cerca de siet~ mil habitantes. Los había de d_iversas razas: -negro¡;, gente_ de color y blancos. La civilización había retrocedido varios siglos en Ve– nezuela a causa de la guerra de la Independencia. La descripción que el Padre Adoain hace en su Diario, de la inmoralidad reinante en aque]a República, es aterra– dora. Y concretándose a Parapara dice que las infide– lidades conyugales, los concubinatos, la absoluta falta de pudor en la gente joven, las violencias impúdicas, los raptos, la alcahuetería, las desnudeces de las mu– jeres, la embriaguez, los vicios de todo género estaban a la orden del día. ·
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