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por el P. Gumersindo de Estella 59 de la Orden. Y dispuso la celebración de una gran Misión. El día 18 de enero entró en la ciudad a las nueve de la mañana, desplegada la clásica bandera de paz con la efigie de la Divina Pastora. Su presencia fué acogida con las mayores demos– traciones de respeto y de afecto. Los hombres de las ideas más opuestas le consideraban como un gran bien• hechor del pueblo. A sus sermones asistía toda la ciudad, viéndose ade– más nutridas caravanas de forasteros. Pero entre éstos no apareé:ía ni uno solo de lós indios de El Volcán. En vista de ello, el Padre Esteban dispuso que se predicase otra misión para ellos solos, que se tenni– naría con la de Santa Ana. Mandó venir del convento de Nueva San Salvador dos Padres más, los cuales subieron a El Volcán el día tres de enero, siendo muy bien recibidos por los, indios, los cuales asistieron dócilmente a todos los sermones. En Santa Ana íbanse sosegando los ánimos hasta el punto de no hablarse ni una palabra relativa a los sucesos luctuosos. Volvieron a abrirse los mercados y comercios. Se reintegró la ciudad a la vida normal. Ba– jo la influencia del misionero, todos los santanecos vivían entregados a los ejercicios de piedad con visi– bles mueJtras de compunci&. Todo esto constituía un triunfo. Pero no se había

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