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poa el P. Gumersindo de Estella 53 plfr su deber sagrado, aunque haya de correr la suerte del Bautista? El Padre Esteban se dirigió a la guarida de la fiera, poniendo su confianza en Dios. Fué bien recibido por dos señoritas hijas del 'terrible militar, que no eran fruto de bendición. Estas al oir algunas reflexiones y la ad. vertencia d~ que el padre debía salir de casa, prorrum• pieron en sollozos. El ministro de Dios se mantuvo in• tlexible. ' No tardó en aparecer el arrogante personaje. Y se ven frente a frente dos seres antagónicos. Uno repre• senta la verdad, la austeridad moral. El otro es encarna• ción de las más bajas pasiones, de lo más vulgar y de~ · gradante de la vidi;i. Ambos se disponen a la batalla. -¿Qué busca usted aquí? -.pregunta secamente el militar. -Señor, brusco un ·alma -contestó humildemente el misionero. - ¿Se le ha perdido a usted? _:.A mí no; al qivino Pastor que la redimió. - Pues que venga él a buscarla. -Vengo yo en su nombre, que es igual. .. Y ahora tendrá usted la bondad de permitirme una palabra más; debo decir a usted que busco dos almas. También .la de usted necesita redención. -¿Cómo lo sabe usted? ,.. -Señor, _un Sacerdote ve las almas tan claramente como los cuerpos.

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