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52 L~ portentoso del P. Esteban de Adoain -Si valgo para la . empresa, voy allá. ¿De qué se trata? -Una señora de gra_n categoría se halla gravemente enferma. Ha sido desahuciada por los médicos. -¿Nada más? -Hay mucho más. Se trata de una señora que tiene 'a su lado un caballero ex-Presidente de la Repúbiica, general del ejército, potentado de mucho prestigio en cancillerías extranjeras. Y ese señor no va a permitir la presencia de un misionero, aunque sea el Padre Adoain, en casa de la que es su cómplice en caprichos pa– sionales. El aviso era formidable. Aquel sujeto que tenía su legítima esposa en 88.racas, y nada tenía que ver con la enferma sino la vida de escándalo, era el que había firmado la orden de que los misioneros abandonaran el país de indios. Era de carácter duro, altanero. Nadie osaba levantar la voz en su presencia. Estaba acostum– brado a mandar muchos regimientos de soldados. Era · peligroso ocasionarle la más leve molestia. Un hombre así ¿cómo consentiría que un fraile Ca– puchino se enfrentara con él para decirle: «Non lir:et .. . ?». Y sin embargo no se podía asistir espiritualmente a la moribunda, sino enfrentándose primero con él e in– timándole la inmediata s~paración y la obligación de salir de la casa. ¿Dónde hay un Sacerdote que se atreva a recibir sobre sí los rayos de ese Júpiter, y se aventure a cum-
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