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36 Lo portentoso del P. Esteban de Adoain Padre Bernardino de Belliza }:iiciéronse cargo del vene– rando cadáver para amortajarlo. · Ambos quedaron pro– fundamente conmovidos al encontrarle un cilicio clava– do en la cintura. El que esto escribe tuvo la fortuna de ver un pedazo de esta veneranda reliquia en manos de la señora Doña Amalia, esposa del publicista católico Don Ramón Nocedal. IX FUNERALES APOTEOSICOS La noticia de la muerte del Padre Esteban corrió por - la población con la velocidad del relámpago. P~rsonas de todas las clases sociales; incluso anticlericales de ca– lidad, corrieron en tropel a la iglesia del convento ·de Capuchinos para contemplar el venerando cadáver. Los colegios de niños acudieron conducidos por sus · profesores; entre ellos veíanse los Padres Escolapios con sus alumnos. Y no -f-ubo en Sanlúcar quien no se postrase ante el féretro para besar aquellos benditos pies de apóstol, que reco:rrieron tantos países. El ataud e~taba colocado en el centro d,e la iglesia adornado de nardos, romeros y otras plantas olc:>rosas. Los fieles arrebataban las flores y se las llevaban des– pués de tocar con ellas el rostro del difunto misionero.

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