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por el P. Gumersindo de Estella 111 de un hecho sorprendente. El que esto escribe tuvo la suerte de oírselo a un testigo presencial. Ocurrió el suceso en la ciudad de Sanlúcar (Cádiz) en el citado año 1898. Muy cerca del convento de Capuchinos vivía una familia cuyo jefe era farmacéutico. Formaba parte de ella un niño que sufría desviación de la columna ver– tebral. Tenía cinco o seis años de edad. Al levantarlo de la cama, le ponían un aparato ortopédico, que le causaba mucha molestia; por lo cual lloraba y oponía resistencia al intentar levantarlo. Lo colocaban en un cochecito y lo sacaban al aire libre, siendo gusto de la criatura visitar el pintoresco altar de la Divina Pastora. El Padre Pastor de Valencia, que en aquella fecha residía en el convento . de Capuchinos de Sanlúcar, su– girió a la familiq_ una idea: acudir a un remedio sobre– natural implorando la intercesión del Padre Esteban de Adoai1:1., a fin de obtener la curación del niño. Accedió la familia de buen g~ado. Pronto cesaron .los dolores. Creo que al tercer día de la o.ración. Ante la no.table mejoría experimentada, todos cobraron ánimo y aumentó. la esperanza de la curación. El mismó día el Padre Pastor aconsejó a la familia que dieran ,a beber al paciente 'una copita de agua en la que el mismo religioso echó unas partículas extraídas de uno de los huesos del Siervo de Dios. Y ordenó que pusiesen una reliquia bajo la almohada del enfermo reteniéndola toda la noche.
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