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202 sefíoritas católicas que recolectaban por la calle el óbolo de la caridad pública para sostener sus instituciones benéficas de asilos, escuelas y hospitales como si eso fuera una explota– ción hipócrita y a los mismos que eso hacían quedarse con la boca abierta llenos de admiración, cayéndoseles la baba, las alabanzas y el dinero ante las mujeres protestantes del «Ejér– cito de salvación» que penetran en cafés, bars y teatros en busca de limosnas para mantener sus obras enemigas del ca– tolicismo, no puedo menos de recordar un hecho que pone de relieve el espíritu de intransigencia hacia todo lo que sea ca– tólico, que late en los defensores de la igualdad de todas las religiones. Era en un Restaurant. El mozo sirve a los comensales una fuente de empanadas.-Mozo,-exclama uno-¿son de cerdo estas empanadas?-Sí sefíor. Jamón y ternera.-Pues enton– ces tráigame unas costillas de carnero. Soy judío y mi reli– gión no me permite comer carne de cerdo. (Silencio, admira– ción y signos de respeto y aprobación en todos los comensa– les). Al terminar la comida se levanta el caballero y dice:– «Sefíores, les debo a Vdes. una explicación de lo que he he– cho. Yo no soy judío, ni cosa que se le parezca. Soy católico práctico. Pero confiesen que si hoy hubiera sido viernes y hubiera yo pedido una comida de vigilia, muchos de Vdes. me hubieran tratado de ridículo, de incivil, de intransigente. Pero he dicho que soy judío y todo ha pasado muy bien. Lo cual quiere decir que se puede ser judío, pero no católico y que todas las religiones son respetables, menos la mía». Y se marchó. Este hecho, demasiado frecuente por desgracia, le dirá a Vd. sobre el asunto que estamos tratando, más que un libro entero. ¿De donde procede, pues, esa diversidad de religiones que tanto le intriga a Vd? Se lo voy a decir en pocas pala· bras. Cuando se estudia a fondo el fenómeno religioso a tra– vés de los pueblos y tos siglos, que son los dos factores de la

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