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183 tra en todos los grados de cultura, en todas las épocas de la historia, en todos los climas y en todos los pueblos. Si us– ~ed ha l~ído algo de la historia de los pueblos más remotos y de las más antiguas civilizaciones del Asia, habrá visto que la religión era siempre una de las grandes columnas de su existencia. Si Vd. conoce algo de las tribus americanas, hoy desaparecidas, se habrá dado cuenta de que la idea religiosa llenaba toda su vida: si ha hojeado las páginas de Grecia y Roma desde su cuna, habrá tropezado por todas partes con templos, altares y sacrificios y se habrá sorprendido al notar que sus más hermosas obras de arte son los templos y las es– tatuas de sus dioses. Ciertamente que no mentía Salustio al afirmar que sus antepasados habían sido religiosísimos:«Maio– res nostrí relígíosíssimb,, y que Plutarco no hacía sino pin– tar la realidad cuando escribía: «Si recorres la tierra podrás hallar ciudades que carecen de murallas, de letras, de leyes, de mone.das; ciudades sin teátros ni gimnasios; pero nadie vió jamás un pueblo sin templo, ni dioses; un pueblo que carezca de oraciones, juramentos, oráculos y sacrificios. Creo tnás fá– cil asentar una ciudad en el aire, que fundarse y perseverar sin religión ni dioses». Tan inseparable es el hombre de la religión, que el gran antropólogo Quatrefages ha sefíalado la religiosidad como uno de sus atributos más característicos. De sobra me'sé yo que hay hombres irreligiosos, pero éstos nada significan. Son seres tarados, colocados al margen de.la gran corriente humana. También hay ciegos y enfermos, pero su minoría nada demuestra contra la normalidad de la vida física. La irreligión, como el ateismo, no aparece en la humanidad sino en estado errático, aislado, como esas piedras extrafías que se ven en los valles y que no tienen el menor parentesco con la naturaleza que las rodea. Los hombres ver– daderamente irreligiosos ¡:¡cusan un porcentaje tan irrisorio, que según cálculos hechos por el Profesor de ciencias misio– nales de Munkh, Aufhauser, apenas si llegan a nueve déci– mas por ciento de la población miundial; poco más o menos

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