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CARTA VEINTITRÉS Necesidad elle la oración UY señor mío. y amigo: Sin má.s preámbulos, porque el asunto es de suyo tan extenso como interesante, voy a contestar a las objeciones que Vd. me hace respecto a la oración, aunque no sé si podré realizarlo con el orde.n y tranquilidad que se merece, ya que el tema es. de los que tienen el privilegio d.e ponerme de mal humor por la des– consideración y superficialidad con que Vdes. lo tratan. Me dice quelos hombres no rezan por que son demasiado fuertes para caer en esas debilidades; que eso de rezar más pa– rece oficio de gente vaga y sugestionable; que, por otra par– te, la oración tiene que ser inútil., pues Dios conoce de sobra nuestras necesidades, y que por satisfacer nuestros egoísmos no ha de tras.tornar el orden y las leyes ya establecidas; que además, orar es hacer una ofensa a Dios, pues supone que no nos ha dado'1odo lo q1¡e necesitamos para cumplir nuestro fin en la vida, etc. etc: Quiero pasar por alto, mi buen amigo, la ignorancia en– ciclopédica que en materia religiosa demuestran esas afirma– ciones. Muy bien dijo el c¡ue dijo: El torpe materialismo De.esta edad indiferente Cubre .de sombras mi frente Y a/Jrea mis pies un abismo. Porque ¡mire que se necesita tupé y estar ayuno en his– toria para afirmar que el orar es oficio de vagos, débiles y su~ gestionables! .... Aquellos monjes de la Edad media que repar– tían el día entre la oración y el trabajo y que al mismo tiempo que desecaban pantanos, convirtiéndolos en huertas y j~rdi-
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