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Con su denso crespón cubra la mía, Y el mundo a que voló tu alma inocente Abra ante mí fª misteriosa vía, • De esos ojos 1ªn puros cuya lumbre · Me hablaban 'de los ángeles y el cielo, ¿No veréyol~ dulce·mansedumbre 159 . En las altas rkg!ones del consuelo? Ya ve.Vd,, pues, cóbo no/hay motivó para liamar «extra~ ña creencta»/ a una idea; generalmente ·admitid/:!. desde los tiempos más remotos y ~ue se apoya por ·otra parte en razo- •. • . 1 ··. .. • . - ,. - nes muy dignas de tene~se en cuenta, como lo va a ver. Le confieso que la ~esurtección de foi muertos no es una cuestión propiamente fi/osófica, porquenj en Dios, ni en el hombre, ni en la naturn/eza hay nada qué neces~riamente la exija. La resurrección es un milagro y entra por lo tanto de lleno en el terreno de 1b sobrenatural; pero hay razones de conveniencia, que nos Tuacen presentir la realidad futura de ·1 1 . . .. ese m1 agro. . _. 1 , El cuerpo, como Vd. sabe, es una parte esencjal del hom– bre. No hay hombre sinlcuerpo; y el cuerpo y el alma unidos son los que forman no sólo al hombre, •sino a la persona, de tal modo que a pesar dJ tener el alma existencia y funciones propias, independientes! de la maferia, es -imperfecta e inca– paz de realizar toda s4 perfección separada del cuerpo, al cual por su misma naturaleza está destinada a unirse. De aquí precisamente· brotJ esa repugnancia invencible que todos sentimos a la muerte, 1J cual no es otra cosa sino la separa– dón violenta de esos dbl·s elementos constitutivos del hom– bre, y comprender4 Vd. 1 que ha de haber en el alma, mientras permanece separada del cuerpo, algo asfcomo un vacíó, u¡¡a tendencia natural a volyer a unirse con él, ya que sólo en él se completa y se perfecciona. Y como «nihil violentum du– rabile» nada que sea cónira la naturalez.a de las cosas puede · ser eterno, parece dectJcirse que esa separación que produce la muerte, tiene que s 1 r un fenómeno transitorio. Dios no

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