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145 Y Platón afirma categóricamente que «aquellos cuyo es– tado de alma ha sido reconocido, como incurable a causa de sus crímenes, son precipitados al fondo del Tártaro de dónde no saldrán jamas.» Y Lucrecio pedía a gritos que se arranca– ra de la humanidad ese pensamiento del infierno que no de– jaba gozar contranqujjidad los placeres de lavida. ¿Me querrá Vd. decir de dónde pudo venir á los pueblos paganos esa creencia tan unánime y persistente del infierno? / Déle Vd. la explicación que quiera, pero la lógica más vulgar nos dice que algo serio debe haber en el fondo, tttando tan universal y firmé es el asentimiento que le han prestado to– das las religiones y todas las filosofías desde la más remota antlgüedad; · La razón por su parte nos dice que el bien y el mal son dos líneas divergentes que no pueden nunca confundirse en un mismo punto, sin que desaparezca desde ese momento la dis· tindón radical que los caracteriza. El bien siempre estará se– parado del mal, cdmo la verdiid del error y lo blanco de lo negro y nunca podrán tener e!'rnismo término. Por eso, si hay un cielo como término del bien, necesariamente ha de haber un infierno como término del mal. Si el bien y el mal produje– ran .el mismo resultado final, si un hombre justo y un hombre pecador lle,garan al mismo destiino en un momento cualquiera ¿dónde estaría: .su diferencia? ¿Dónde la Justicia y Sabiduría de Dios? Pqco importa para el caso que el pecador llegara más tarde, como pretenden algunos. Desde el momento en que llegara, desaparecería la diferencia y tendríamos el ab– surdo de que el bien y el mal habían llegado al mismo desti– no y dos líneas divergentes se hablan encontrado en un mis– mo punto y la Justicia de Dios se habíavisto burlada, venci- . da, impotente ante el hombre, que hacía de su vida lo que le daba la gana, seguro de :salir con la suya y de llegar algún · día a la felicidad. Y esto comprenderá Vd., mi querido amigo, que no puede ser mientras Dios sea Dios. ¡Que no puede conciliar las penas del infierno con el