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139 ·causa que las produce, pues de otro modo tendriamos el absur– do dé que había en el.hombre una tendencia sin fin y un efecto sin causa: ¿Dónde está, pues, esa felicidad a la que el hombre tiende naturalmente, si en el mundo río se encu,entra? Dónde está ese fin, ese descanso, esa plenitud de todos sus deseos, si el mun– do no se la da? ¿Dónde?.. En Dios, mi querido amigo, sólo en Dios. La inteligencia nose sacia, sino con toda. 1 1a verdad, con la verdadabsoluta y la Verdad absóluta es Dios. El co– razón no desea.osa, sino con todo el bien, con todo el amor, y el Amor y el Bien absolutos, eternos, son Dios. El cuerpo y et alma buscan goces y deleites que no hastíen, que no can- . sen y sólo Dios es la Belleza absoluta y la fuente inagotable de todos los deleites. Sólo Dios puede saciar esas aspirado- . nes del hombre; sólo Dios es su fin, su descanso, su plenitud, su destino, que por eso ca.~taba Santa Teresa: Nada te turbe, nada te espante, Todo se pasa, Dios no se muda, Sólo Dios basta. y antes lo había dicho San Agustín: Señor, nos hiciste para Tí, sólo para Tí; por eso sufre nuestro corazón, mientras no descansa en Tí.» · Ya to ve, pues, mi amigo. Tanto si miramos a Dios como como si estudiamos nuestras inquietudes y aspiraciones, ve• mos que el fin del hombre, el por qué de su- existencia es el mismo Dios que le creó. Conocer a Dios y conociéndolo amar– le y amándolo poseerle y poseyéndolo gozarle y con este go– zo ser felices. ·Este es el fin y la felicidad «naturales» que consiste en el conoéimiento discursivo de Dios y en el amor que de este conocimient0 resulta; amor, que mientras vivimos– en este mundo, se traduce por la obediencia a sus Leyes. Esto llegaron a comprenderlo los grandes filósofos del paganismo. La .naturaleza del hombre no exige más y Dios podía muy bien haberse detenido aquí, pero su amor sin límites nos ha asignado otro destino superior, sobrenatural, que no entra ya
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