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132 orden y la moral imponen a la fuerza bruta de la libertad hu– mana? Libertad sin Dios, ni religión proclamada y enseñada ante jóvenes incautos y ante el pueblo sin instrucción. Y la prueba está en que todos esos que tanto se entusiasman con la libertad entendida a su modo son los más intransigentes, los más tiranos y los que no permiten que nadie piense de otro modo distinto al de ellos. El pensamiento libre proclamo en alta voz Y... muera el que no tiense igual que pienso yo. Inconsciencia que si no fuera asqueante, sería digna de compasión. Esos son nuestros grandes enemigos porque no cesamos de recordar la necesidad que hay para el individuo y la sociedad de encauzar la libertad dentro de los límites de la ley y de buena gana nos cortarían la cabeza, como a Luis XVI. ¡Qué verdad tan amarga encierra la frase pronunciada por Juana Roland, desde su cadalso! «¡Oh Libertad, Libertad! Cuántos crímenes se cometen en tu nombre!» A la libertad pueden aplicarse las palabras de Pascal: «Qui fait l'ange, fait la béte.» Es cuestión de sabeir usar de ella. Termino, mi querido amigo. Es fácil gritar ¡viva la liber- · tad! Lo difícil es ser libre dentro de los límites de la verdad y del bien. Yo no encuentro definición más clara y exacta de la libertad que la que da Santo Tomás: « Vis electiva medio– rum, servato ordine finis.» Es la facultad de elegir los me-. dios, dentro del orden que conduce al fin. Lo cual Cicerón ya había dicho, al afirmar que <da libertad consiste en ser escla– vo de la Ley.» y el inmortal García Moreno lo condensó en aquella frase lapidaria: «Libertadpara todo y para todos, menos para el mal y los malhechores.» Lo contrario, no producirá nunca sino esa nube de libertinos, desazón de fami– lias y lacra de los pueblos en que viven .. (1) Lo que· hace al ángel, hace a la bestia.
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