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109 Tiene V. razón al exclamar que no puede vivir en el va• cío. La necesidad de la fe es tan imperiosa, que si no exis– tiera, habría que inventarla. Por eso es µn contrasenti.do el decir que no encuentra nada digno de fe. Vd. que vive de ta fe que tiene en los hombres que trata y en los libros que lee ¿se la negará a. Dios? ¿Acaso no, son dignas de fe la exis– tencia de Dios, de la Creación, de la Providencia, de fo En· carnación, de la existencia del alma y la vida futura y otras muchas cuestiones de orden religioso? No hay una sola afir– mación dogmática que aun desde el punto de vista de la ra– zón, no presente una garantía de verdad y de .certeza mucho mayor que la que pueden presentar las afirmaciones mejor. demostradas de la filosofía y las ciencias. Por lo demás en otra de mis cartas demostré cómo en la fe no hay nada indig– no para el hombre, ni por parte de Dios ni por parte de la razón. · Por eso no he podido menos de reirme al oirle decir que «sus creencias se vinieron abajo al robustecerse su sentido co– mún.» Pero ¿V. sabe lo que es et sentido común? ¿O cree qJe los demás carecemos de ese sentido? Créame, mi querido amigo, que en todo eso no hay sino pedantería, orgullo, so– berbia de pigmeos, que nos creemos «hombres fuertes» y gi– gantes, cuando rompemos con una tradición aquilatada por 20 siglos de estudio y controversia. ¡Espíritus fuertes! Frase vieja que ya San Agustín gran observador de la psicología humana ridiculizaba en su tiempo con estas palabras llenas de ironía: « Vulgo etiam magnos spiritas superbi habere dicuntur,- et recte, quandoquidem spiritus etiam ventas vocatur. Quis vero nesciat superbos in/latos dici tamquatn vento dis· lentos ande ... illud Apostoli: Scientia inflat.. ?» (1) No, lo que V. ~intió robustecerse, no fué el sentido co- (1) Se dice vulgarmente que los soberbios tienen espíritus grandes y está bien dicho, pues al. vientq también se le llama espíritu. Y ¿quien ig– nora que los soberbios andan hinchados, como si estuvieran llenos de ai– re? ¿De aquí... aquello del Apóstol: «La ciencia infla.)) (Y tanto que infla.– ¡Sabemos demasiado para creer!)
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