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103 hace en estatuas., cuadros y estampas nada tiene que ver con su vérdadera naturaleza, que es absolutamente inmaterial. Eso no es sino efecto natural del modo de concebir que tene– mos los hombres y que ya expresó Sto. Tomás cuando dijo: « Quidquid recipitur ad modrim recipientis recípitur. O) No se extrafiará Vd. por lo tanto, que tratándose de un mundo invisible de suyo y adem4s, de una creación libre de Dios, no pueda dep10strarse su existencia con argumentos de razón, no sólor porque no hay una consecuencia necesaria entre la causa y el efecto, sino también porque, trabajando la razón a base de sensaciones, no tiene dónde apoyarse, por tratarse de seres meramente espirituales. Sin embargo, no de– bemos olvidar que no es la razón el único camino por donde la inteligencia puede llegar a la pos~sión de la verdad; tiene también otro que es la autoridad. Por ejemplo, yo no puedo llegar a demostrar por la razón los millares de nebulosas, que se esconden flotando por los espacios inconmensurables, ni tampoco el mundo de microbios que viven en una gota de agua: pero conozco y estoy cierto de su existencia por la au– toridad de los sabios que me lo afirman y lo saben. No quiero volver sobre este argumento, que lo traté ya en otra de mis cartas. De modo, que el que yo no pueda demostrar una cosa, no quiere decir que no exista. No -obstante, en esta cuestión de los ángeles buenos y malos, tenemos, ltli querido amigo, una porción de argumen– tos de congruencia, que aunque no produzcan una certeza ab– soluta, la producen lo suficiente como para no tener la teme– ridad de negar su existencia. Yo no sé si Vd. se habrá fijado alguna vez en esa esca– la de perfección ascendente que pres~nta en su conjunto el universo.,Abajo, en la parteinferior, .el mineral, la materia bruta, dotada de fuerzas. ciegas y sin organización alguna, pues aun los minerales más nobles por decirlo así, que forman (1) La comprensión de las cosas se efectúa según la naturaleza del que eomprende.