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P. Eusebio Villanueva Las dos mujeres con su control mental alterado duermen en la Sala de la Tele.. Las llevo mantas y almohadas y se acomodan en los butacones. Están tranquilas. No se las puede acomodar en el dormitorio, porque en las noches pasadas no han dejado dormir a nadie... Siento una pena inmensa. Las cubro con las mantas y me voy llorando esta triste condición humana de esta Sociedad llena de injusticias e impiedad. Se roban millones de millones y no se tiene dinero para centros de acogida suficientes y aptos para estos enfermos perdidos entre la frontera de la razón y la sinrazón ... Son las 12 de la noche cuando entra todo el Albergue en la paz del sueño. Apago todas las luces. E imparto la bendición de San Francisco sobre todo el Albergue. Elevando la mano hasta lo alto de Dios y bajándola hasta lo profundo de la marginación y de izquierda a derecha abrazándo a toda la creación con sus hijos más desvalidos, más «por-Dios-eros»: más en el amor de El... A las 2'20 de la noche llega la Policía con un borrachín cantando con toda su guitarronca voz una música a contrapunto y trapajosa. Viene tigroso y peleón por el encuentro con los polis. En cuanto vio la cama se descargó y me ordenó que le echara las mantas encima... - Oye, ¿y las sábanas? - «Las sábanas, no. Eso pa los señoritos de mierda». Le abandoné en su etílico sueño y me fui pensando, poco cristianamente, que hay personas que ascienden hasta el mono, chimpanceando de a empujones. Y es que a veces parece que algunos han ido perdiendo las 4 potencias más viejas en las 4 esquinas de su machacada vida... Todo este mundo marginado te aporta más Fe; te deja más triste, pero más humano y más sabio. Lo que de la vida sabemos se aprende más en la calle que en la escuela, más en los recuerdos añejos de estas vidas que en los libros. Y uno, además, se crece sintiéndolo vecino, menos águila y más pariente diminuto de Dios y de sus hombres... ¿Rehabilitación de esta clase de personajes? Cosa difícil: es como cambiar de piel, como empezar de nuevo y ya no hay tiempo, como hacer otro sin que haya de dónde sacar el material para ser otro... El Albergue, los acogidos, la noche... todo camina despacio para el otro día. A veces pienso que se camina más rápido con la mente que con la vida. Pero para ellos no..., la vida es a «gran velocidad». Son las 3' 1Ode la mañana cuando desembarca otro por su cuenta y pies en el Albergue. Ya es sabido que el barco tira siempre hacia las costas... El hambre y el alcohol estibado son una brasa en su estómago. Me pide algo de comer. Le digo que está todo cerrado y no tengo llaves y hasta las 8'30 no sirven los desayunos... El calla, pero seguía pidiendo con ojos de perro flaco. Al final le doy mi bocadillo y dos manza– nas, que me he traído para lamañana. Se queda parado en medio del patio mordiendo la manzana con todos los dientes del alma. Una mordedura a la manzana, que arroja sobre mí la culpa de ser y la rebeldía del no-ser. A él le viene la mansedumbre de ser pobre, enfermo y con hambre... Tiene tan poca salud, que ya no puede ni criar malos pensamientos de rencor. Y yo pienso que ni inspirarle pecados veniales ni mortales ni capitales ni todos los demás..., que se dejan a discreción. A este le va a tener que acoger Dios pronto y sin registro, a puertas de par en par, con solicitud de un bocadillo para el mucho «hambre» que lleva desde aquí. Y, por supuesto, una bienvenida franciscana de ¡qué bueno que viniste, hermano! 256
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