BCCCAP00000000000000000000555

P. Eusebio Villanueva Pero hay que dejar el pasado con su légamo del uso de vivir, sin revolverlo. La vida no es para atrás. Es para adelante... El «busca» me transmite la llamada a la Planta de Pediatría, en la 615-B. Una niña de 6 años con malformación congénita. Directa como un ángel a los brazos de Dios. Ella era un cachito de inocencia original, un cachito de Dios, como una sonrisa o un guiño alegre del rostro de Dios... A esta cría de Dios se le cayó la vida encima. Por que así vino para ella la vida, yéndose. Todavía conservaba al cuello, los santos de todas las medallitas... Cosa linda en el mundo. Seguía mirando por sus ojos ¿viendo?. Nin– gunos ojos tienen fondo; la vida también no. Todo limpito blanco. Ante lo que nos queda de ella ahí, no caben preguntas, sólo perplejidad, un estupor infinito... El dolor de la mamá es de hechura y temperatura del de Dios. Decirla palabras– consuelo es ofensa grande. Sólo Dios puede ahí decir... El silencio es más ternura y acompañamiento... El dolor es mucho todo. Hay «sobrecargas» que se llevan y son, la vida de las madres. La mamá y su sufrimiento de 6 años no caben de una vez en el espacio de un instante. Se llevaron el cuerpecillo de la niña para amortajarla, tan pequeña, tan solita, tan sin madre... Y se fue tras de ella, ascensor abajo, la mamá dolorosa deshijada, desho– jada, de su hija... Me llaman de «fuera» por teléfono. Son las 3'30 de la tarde. Es una señora impedi– da de movimiento de piernas que me telefonea desde una Residencia de Ancianos. Se interesa por su hermano de 90 años, ingresado en este hospital en la 714-S. Me pone al corriente de su vida piadosa y de la familia. Me ruega que le visite y le adminis– tre los sacramentos del «viaje» ... Esta ancianita me regala su nombre y me solicita el mío para encomendarme al Padre... Las «abuelitas» son todopoderosas ante el Pa– dre y tienen un corazón cansado pero grandote así... Pre-sienten mucho... como en esta ocasión... ella sin ver lo «vio» ... Inmediatamente visito a su hermano. Lo encuentro agotado, pero sin presentir el fin ... Le hablo... Me entiende... Le administro pausadamente y le dejo en paz. A las 5' 15 fallece por apagamiento. Andaba ya más apagado que santo al que le han apaga– do la vela... Son 90 años uno detrás del otro. Hijo de hijos... La muerte ha cerrado dulcemente la puerta para no despertarlo de su sueño... Se ha ido con un aire de hoja que cae del lado de ese sin fin de los muertos, de ese sin fin de los vivos... Pocos minutos después me avisan de otra llamada telefónica del exterior y es... su hermana imposibilitada que repite llamada. La comunico que en estos instantes ha fallecido su hermano y que antes ha tenido su preparación en toda lucidez... Ella se siente en paz y así me lo comunica agradeciéndome el servicio. Ella avisará a los otros familiares y vecinos... Para los pobres, los lugares son siempre más lejanos. Pero en cambio su fe les acorta más las distancias... Hay dos cosas que me ha ido enseñando la vida, que he ido aprendiendo de las gentes del Pueblo, mis hermanos de vivir. Me sé de memoria casi todas las resigna– ciones, de ellos, del pueblo. Y tengo la seguridad de que las obras de misericordia son más de las que vienen apuntadas en el catecismo. Buena escuela el hospital. .. Y una seguridad: que se puede andar al desapego, pero no al desamparo... porque el mundo está poblado de hermanos. Lo que falta es llegar a conocer cada caso, cada sufrimien– to. La gente responde, comparte el pueblo llano... Los seres humanos nos buscamos, nos encontramos; porque nos duele el mismo costado. Uno termina por aprender, por intuir, que el «otro» es nuestro más 244

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz