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Las 5 llagas del Señor Jueves: 30 Dic. 1993: CAPELLANIA DEL HOSPITAL N ubes... cielo... casas... árboles... hombres. El ir y venir perezoso en los gestos de la cara, presurosos en el caminar mañanero. Las gentes arrastran sueño y son tirados por los horarios laborales... Y el paso en negras bandadas gritonas de estorninos. Duermen en los árboles y palmeras de las plazas y se van de la ciudad al campo a ganar y cantar la jornada. Siempre es Domingo para ellos. Comiéndose el silencio y las distancias del amanecer. El autobús 18 cruza las calles y se entra por los campos. Cargado de estudiantes de las facultades que han preferido asentarse en la campiña circundante. Es fresco el aire y brillante de humedad la verdura. El día va saliendo de las narices de las vacas, blanco, caliente, mujidor, dispersado por los prados... Y las vacas que venían por el medio del camino, como mansas criaturas cristianas... Pocos alcanzamos la parada término de Cabueñes: Hospital. .. A las 9'15 tomo el relevo por unas cuantas horas en servicio de capellán. Hojeo la prensa, que se concentra en balances de fin de año y augurios para el Nuevo 1994. Y mis ojos de ver pasar hojas sin pena ni gloria se detienen en algo que está en la sensibilidad de estos días y en los comentarios que hoy hacen los diarios para hacer examen de buena conciencia sin dolor de corazón ni propósito de la enmienda: los ancianos y sus fiestas de la Navidad... La soledad de los ancianos en sus casas, en las residencias, en los hospitales con visita corta y flores con bombones y prisas y besos de cuídate que te queremos... Quizá más que nunca en estos días la soledad es más soledad, el dolor es más dolor y el frío es más frío... Calor de familia. Frío del Año Viejo... En el témpano de este gélido invierno y en pleno corazón de esta Navidad, yo quiero recordarte y recordarme de ese frío o calor de la vejez. Nuestros viejos «anónimos» y nuestros padres con rostro de historia próxima. Un preanuncio de nuestro futuro viejo e inevitable. Uno ya suma un montón de años en el camino y en las convivencias entre los humanos. Por ello, uno sabe de historias hermosas y de historias tristes sobre los viejos, sobre los padres de ayer y de hoy... A veces, incluso historias terribles... Como aquella mañana en la Navidad allá en Bruselas... Detrás del coche funerario, 237
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