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Las 5 llagas del Señor no se pregunta ni se responde. Eso le pertenece a Dios como apocalipsis personal de un hijo leal a un pesado y pisado... Las manos son el alma, el resumen de una vida. Y las manos de este hombre son manos obreras. En la realidad, un pobre de trabajar al día... Y esta es una de las contraseñas de Dios. Y El será feliz sólo cuando lo sean todos en este mundo de mi Dios. Yo me voy impotente de otra salida. Este cura no es de milagros, sólo de trabajos, luchas y rezos, esas cosas... La vida es demasiado larga y tiene desastres. Son las 9 h. de la tarde-noche cuando me llaman de la 612-A. Un joven de 21 años al que le adminsitro los auxilios espirituales. Impresionante. Un cuerpo infantil de tamaño 8 años, en sus puros huesos en armazón reducido. Descarnado, flaco como una raya. Tan triste, tan descriado, este ¿joven? ya debe tener práctica de todos los sufrimientos. Un escalofrío me cepilló la espalda... Pienso que podría sostenerlo en mi mano derecha. Uno siente toda la cólera de los justos: «¿por qué y para qué todo este sufrimiento durante 20 años?» Es su madre quien me lo pregunta. Es como una persona desperdiciada, olvidada de Dios... Uno siente la tristura, como infinitamente apartado del mundo y perdido en una lejanía de tiempo antiguo-testamentario, recitando salmos de la desolación. Dios Padre, quien tiene las respuestas que un día nos aclarará, le habrá dado ya el amor como el único marcapasos que revive en la Resurrección. Es una calle por la que se anda toda una vida y tú, muchacho, ya la caminaste. Ya llegaste. ¡Padre!, ahí lo tienes ya... ¡Compénsale como sólo Tú sabes hacerlo! Su madre llora de bruces, cumple tristeza, solloza su propia fe en esta «noche oscura» de los «sentidos» ... ¿porqué? Y sólo Dios podrá responderla... ¿Qué puede hacer una madre? A las 9'40 h. de la noche se reclama mi presencia en la UCl-1. Otro hijo de Dios para la eternidad provisto de sacramentos. Y uno se queda mirando a la tristeza. Con ese pensamiento de la brevedad de todo, y de muchas maneras de amargura. Son 62 años de trayecto, paso a paso la ruta... Es algo tan enorme la muerte, que hay que rodearlo por todos los lados y a su orilla... La muerte de cada uno ya está en edicto... Decido irme a la Capilla y no pensar, pero las ideas y las imágenes no tienen cerrojo para dejarlas tuera... Cuando mi reloj marca las 10'50 hago la ronda por las diversas plantas, visitando enfermos. Son Hermanos de Dios, que tienen sus nombres en la memoria de El y una pre-dilección en su corazón de Padre, porque están en el dolor. Siempre estamos cerca de Dios, pero cuando sufrimos es Dios quien está junto a nosotros... Llegada la noche de dormir, hasta los enfermos van desperdiciando las cosas del día. Para ellos -los que pueden- el mundo ha terminado hasta mañana... Esa hora de dormir tan piadosa madre de los enfermos. Las personas, las cosas y las penas, pierden el peso de ser en la noche madura y su aire... Extrañamente el resto de la noche ha pasado sin novedad. Fuera un ventarrón azota los ventanales y sus persianas, haciendo intermitente el sueño. La lluvia ha sido permanente, inundándolo todo, emborronándolo todo como el llanto en los ojos. A las 6 h. de la mañana conecto la radio para desaguar sus noticias. Bajo a celebrar en la Capilla. Y a mi vuelta la radio transpira una música pedregosa... Es el Hoy. Y cada día es un día... A las 9'30 regreso para la «base», al exilio de mi convento... ¡Gloria a Dios! 219
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