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P. Eusebio Villanueva unidos por un mismo lazo» ... Hay gente con alma de tendero que piensa que «mejor esto que nada». Que «esto ambienta por lo menos». Eso: «mejor gangoso que desnarigado» ... Peor, claro, la filosofía aragonesa del «vivir de no gastar» ... Lo cierto es que están atropellando feo a la Navidad de Jesús. En el Albergue nadie espera la Navidad así. Ni Lotería ni consumismo. Cuando llegue estarán esperando un desayuno más «adornado» que lo cotidiano. Mientras aspiran el buen olor del café y del colacao, se frotarán las manos para que circule algo más el calor. Las añadiduras se agradecen sin más. Cierto que todo será más sabroso y abundante, más alegre y fraterno. Pero nunca pantagruélico. Esa Navidad consumista no es suya tampoco... ¿Esperarán en la «otra», que Sí vino para ellos? ¿Queda algún rescoldo de fe infantil lejana y alejada? Al menos sí hay un sentimiento de solidaridad, que sí han percibido estos días. La llagada a la «despensa» del albergue de una gran cantidad de alimentos recogidos en diversas «acciones» de parroquias-colegios-ciudadanos particulares... Esta gente siempre aprendió calla– do y con un siglo en el sufrimiento. Porque la Navidad verdadera ya está ahí también. Con su liturgia eclesial a la que no asisten. Y con su liturgia popular de luces públicas y comerciales, «belenes de todas las dimensiones expuestos, villancicos en el aire de las calles ... abriéndo– se camino hacia la fe y el corazón. No les juntará en familia, pero sí les unirá en un poco más de alegría y cordialidad. Si no como a los pastores de «entonces», sí como a las «ovejas sin pastor» del Evangelio. A las que Jesús vino a buscar para echárselas al hombro... Juntando sus soledades de origen diverso, toca a menos proporción. Y la alegría da nombres y apellidos... La Navidad cristiana se asienta sobre una fiesta pagana, relacionada con el culto solar. La fe cristiana recupera los valores profundos que están en el corazón de los Pueblos y los rebautiza anexionándolos. Es el subsuelo humano, la memoria de los Hombres, que se incorpora al de la fe... Ya sabemos que los cristianos de los tres primeros siglos vivieron su fe sin «celebrar» la Navidad. Y once siglos sin «belenes». Y dieciséis siglos sin árboles de Navidad. Mas diecinueve siglos sin este despropósito de «loterías y consumismo» ... Son los oleajes de la Historia humana. Cuando la Iglesia centrada en la Pascua sale de las «Persecuciones», encuentra la paz y un estatuto de identidad, asume los valores humanos y los va cristianizando y celebrando en su culto. «Nada ajeno le es extraño» ... El texto clásico de la Navidad es el de S. Juan: (1, 14 ss.): «La Palabra se hizo Hombre y puso su morada entre nosotros, y hemos visto su gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad» ... Es una teología de amor y gloria... Pero la religiosidad popular se va a abrir camino por otras expresiones. La religiosidad popular marca siempre los valores afectivos y emotivos sobre los valores lógicos o teológicos. Es la religión de los que «sienten y ven», más que de los que «saben y conocen». Es la afectividad, que intenta acercar lo divino al horizonte mental cotidiano. Así sucederá con la Pasión-Muerte-Resurrección en las «procesiones» de la Semana Santa. Liturgia del pueblo paralela a la a la del templo, pero en la calle de los hombres... Francisco de Asís tuvo esta intuición 214

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