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El campo abrió al progreso sus ventanas, pero ¿ quién le cerró las puertas? El campo está triste, como una vieja yegua que parió más de lo que hubiera podido. El campo muere igual que los pájaros perdidos cuando ya no puede más con el olvido. CAOS: CIUDAD INDUSTRIAL CENTRO: Ciudades fastuosamente dotadas en su centro, con sus Bancos, sus Palacios y sus Templos, prestigiados por plazas, jardines y monumentos, con sus lustrosos coches de chofer al volante, símbolos hoy de su poder y ayer de su pasado. Ciudades inmensas que amamantan una injusticia equivalente al oro; especulando con la luz, el aire, el suelo, que son bienes de nantío y de derecho; y enjaulando en torno a su cintura histórica a millones de humanos con ladrillos y cemento y en estrecheces de caja de fósforos baratos. Donde la vivienda se mide por metros y el poder económico-político-ideológico se agromensura por hectáreas sobrevoladas, rancios abolengos y nuevos ministerios, desde donde todo se decide y administra: ley, economía, justicia, religión y cultura. PERIFERIA: Las ciudades -ese mundo atestado- con la baraunda de los termiteros, donde el hombre se pierde desolado repasando las calles, como un pobre tarado, por la jungla ominosa del asfalto, sin tocar los pies la tierra sepultada, muriendo de cemento y desarraigo y de tristeza industrial acumulada y de atmósfera intoxicada, sin nadie que evitarlo quiera y pueda. Estas ciudades hormigueros con sus barrios de la peri/ería, colmeneros y hospicianos, 41

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