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Island, en la bahía de Nueva York. Ahí fue personalmente el patriota alsa– ciano Federico Augusto Bartholti, en 1871, para inspirarse en la ejecución de su obra. Desde Francia concebía la representación de la Libertad «como la madre de una familia, madre de la Justicia, de la Piedad y de la Igualdad.» Así inauguró la emoción de los futuros reverenciadores de esta ensenada. Ese era el punto y ese el paisaje para el ideal: una matrona fuerte, serena y orgullosa de sostener alzada en un brazo la antorcha y sostener en el otro una tableta con la inscripción: July 4, 1876. Le dio el título y la enco– mienda: «La Libertad iluminando el mundo» («The Liberty Enlightening the World»). Se cuenta que tomó como modelos a su madre y una joven. Esta llegó a ser su esposa. Era de humilde extracción. En el proyecto de construcción de la obra ciclópea de 300 pies de altura, colaboró Gustave Eiffel. Gounod puso música a las palabras: «La Libertad iluminando al mundo.» El monumento, símbolo para primer centenario, se fue irguiendo hasta quedar entre las maravillas mitológicas y, a la vez, muy de tierra, como las pirámides faraónicas o el Coloso de Rodas. En un dibujo para la conmemoración del Bicentenario, en relación con el tema de «la Herencia Católica Americana,» se ve, en primer término, la estatua de la Libertad, «Miss, o mejor, Lady Liberty,» frente alta y ra– diante, brazo derecho en alto y en la mano, la antorcha. Al fondo hay dos banderas: la de Estados Unidos y la bandera papal del Estado Vaticano, tal como fraternizan siempre en los altares, presbiterios y escuelas de las igle– sias católicas, y en los respectivos templos de las demás confesiones. Se recomienda a los católicos que recuerden que la historia del hemisferio oc– cidental está ligada al Catolicismo: Nuestro Continente fue descubierto, explorado y desarrollado ampliamente por católicos. Los estudiosos nos dicen que San Roberto Belarmino y Francisco Suárez, el primero Cardenal filósofo del siglo XVII, y el otro teólogo católico del mismo período, ejercieron importante influencia en Thomas Jefferson cuando componía la Declaración de la Independencia. Sus co– rrientes doctrinales calaron muy hondo a través de la historia de Estados Unidos. Por su valor simbólico la bandera del Vicario de Cristo pertenece en verdad al haz de las banderas de cada una de las naciones occidentales. Aunque haya que poner en tela de juicio la exactitud y cronología de estas afirmaciones, la convicción de los publicistas es postura generalizada. CARTA DE JORGE WASHINGTON A LOS CABALLEROS CATOLICOS La carta de Jorge Washington a los católicos romanos prueba la 116
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