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Y al borde de la ruta la posada: un pórtico, un rincón que ofrece al sueño el sabor sosegado del reposo. O la alameda junto al río, espejo del temblor verde-claro de las hojas. Río siempre ligero, como mi afán turístico, por riberas manchadas o entre cerros, o por ciudades sucias. Agua hermosa después por verdes nuevos como yo cada día, peregrino y romero, amando todo bojo el cielo alto. Dame, Señor, te rezo, dame comino y a mis pies ternura y a mis ojos amor para lo bello desde el polvillo o la montaña huida. Dame camino y viento y sombra bienhechora compartida. Dame, Dios, como casa el universo. Y te pido perdón por quienes talan el árbol del sendero o empecinan las fuentes, y pecados de pellas dejan, ¡ay!, cristal y fuego, sobre la piel del césped, por los que hieren con mensaje necio la piedra noble. No me dejes parar, camino y viento, con la mirada blanda en cada ser, en el arte, en las gentes..., y a lo lejos posada sin fatigas. Tierras largas. El mar del día. Y yo, siempre, romero. 39

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