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P. JFSTO IlE VILLARES, O. F. M, terrenos. Estos, aunque sean caducos, sin em– bargo ejercen grande influencia maléfica en alma con su atractivo. Ahora bien, el único remedio eficaz para oponerse a esa influencia es la esperanza iluminada por una fe viva. Ella nos hará ver eficazmente que estos bienes no pueden saciar nuestro corazón, porque ni son perfectos ni son duraderos. En cambio, los bie– nes que nos enseña la fe y nos promete la es– peranza llenan por completo los deseos del alma, porque son perfectos y durarán para siempre. En segundo lugar, la esperanza unida con la humildad da eficacia a nuestras peticiones delante del Señor de las misericordias y de las divinas consolaciones. Es sobremanera sugesti– va la conducta de Nuestro Señor Jesucristo con los enfermos y demás infelices que a El se llegaban en demanda de remedio para sus ne– cesidades. A un leproso, que con toda humil– dad y confianza le dijo: "Señor, si quieres, puedes limpiarme", le contestó con todo cariño, tocándole: "Quiero, sé limpio" (5). Al Centu– rión, que le pidió la curación de su criado, le dijo: "Ve, hágase contigo, según has creído" (6). Y la misma conducta observó con la Cananea, con los ciegos de Jericó, con la mujer pecado- (5) Mat., B, 2-3. (él) Mat., 8, 13.

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