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!)() P. Jl'STO DE VILLARES, O. F. M. de la esperanza sea difícil, penoso y heroico, no debemos arredrarnos ni, mucho menos, de– poner las armas y rendimos al enemigo, sino al contrario, confiar más y más en el Señor, y mostrarnos valientes y aguerridos, diciendo con el real Profeta David: "Cierto que, fiado en Ti, soy capaz de romper ejércitos, fiado en mi Dios, asalto las murallas" (38). Y si fuera el mismo Dios el que nos pro– bara con toda clase de infortunios, enfermeda– des y tentaciones, tampoco hemos de desma– yar, sino decir con el Santo Job: "Aun dado caso que el Señor me quitare la vida, en El esperaré" (39), y con el Padre de los creyentes hemos de esperar contra toda esperanza ( 40). Además de esta confianza absoluta que hemos de tener en los atributos de Nuestro Padre celestial, tenemos que pensar que la esperanza cristiana tiene seis virtudes afines que la ayu– dan en todo tiempo en la consecución de su objeto. Son estas: La fiducia, la magnanimi– dad, la paciencia, la perseverancia, la humil– dad y la constancia. La fiducia le prepara el ánimo para em- (as) Ps., 17, ao. (:mí fob., ia, 15. (40) Rom., 4, 18.

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