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LA ESPERANZA CRISTIANA 75 El objeto principal de la esperanza cristia– na se considera asimismo como lejano, y los pies con los cuales la voluntad camina hacia él son los deseos por conseguirlo. Sin duda por esta razón alaba el Espíritu Santo con fre– cuencia los santos deseos de las cosas celestia– les en los Libros Sagrados. El profeta Daniel fue escuchado en sus oraciones, porque era "Va– rón de deseos" (11). La Virgen Nuestra Señora cantó toda alborozada en el Magníficat: "A los hambrientos llenó de bienes" (12). Nuestro Se– ñor Jesucristo glorificó tanto los deseos de jus– ticia, que hizo de ellos la tercera bienaventu– ranza: "Bienaventurados -dijo~ los que tie– nen deseos de justicia, porque serán hartos" (13). Esta hartura que el Maestro promete saciar, no es otra cosa que la posesión del cielo. El provecho espiritual que reportamos con el ejercicio de los deseos del cielo es incalcula– ble. En efecto, con ellos adquirimos grandeza de ánimo, somos genernsos, despreciamos las riquezas de la tierra, olvidamos las injurias, echamos a la espalda los respetos humanos y el qué dirán de los hombres, atraemos las gra– cias del cielo y elevamos el mérito de las obras más insignificantes. Dice San Bernardo: "La (11) Dan., n, 2a. (12) Le., 1, &a. (13) M at., 5, 6.

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