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74 P. JUSTO DE VILLARES, O. F. M. hemos de rectificar con la mayor frecuencia las intenciones de nuestras buenas obras, ha– ciéndolas por amor de Dios, según el consejo del Apóstol: "Ora comáis, ora bebáis, ora ha– gáis cualquiera otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios" (7); hemos de reanimar el espíritu con fervientes deseos y, a falta de ellos, hemos de desear tenerlos, diciendo con el Salmista· "Consúmese mi alma por el deseo constante de tus decretos" (8). El deseo del cielo tan alabado por la Sa– grada Escritura y tan recomendado por los Santos es una necesidad ineludible para nos– otros, pues el cielo se nos propone como un bien futuro que esperamos. Y el que espera tiene su ánimo tenso hacia el porvenir, como dice San Pablo a los fieles de Filipos: "Hermanos, yo no creo haber aún alcanzado (lo que espero); pe– ro dando al olvido lo que ya queda atrás, me lanzo en persecución de lo que tengo delante, como hacia la meta, hacia el galardón de la so– berana vocación de Cristo Jesús" (9). "El cris– tiano vive de la esperanza; espera el retorno glorioso de Cristo, porque en él ha de comen– zar su propia glorificación" (10). (,) 1. 0 ror., 10, :n. (8) Ps., 119, 20. (!J) Fp., 3, 11-14. (10) P. T. ORBIS0, º· c., p. 8.
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