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LA ESPERANZA CRISTIANA 73 tan" (2). Además es sentencia de Cristo: "Na– die que después de haber puesto la mano so– bre el arado mire atrás, es apto para el reino de Dios" (3). Quiere decir que quien se da al reino de Dios no ha de mirar a otra cosa. También debe ser progresivo el anhelo de la Patria celestial, de tal manera, que cada día añoremos con más ansia morar cabe nuestro Padre, cantando mientras tanto con el rea] Profeta David: "Como anhela el ciervo las co– rrientes aguas, así Te anhela a Ti mi alma, ¡ oh Dios! ¿ Cuándo vendré y pareceré delante de Dios?" (4). El Obispo de Hipona nos reco– mienda la progresión constante del deseo del cielo por estas palabras: "No te detengas en el camino, no te desvíes. Siempre añade algo, siempre camina, siempre progresa" (5). Santa Teresa de Jesús decía con su habitual gracejo: "Quien no crece, descrece" (6). Por último, el deseo del cielo tiene que ser práctico, es decir, que se muestre en las obras de cada día. De ahí que hemos de renovar fre– cuentemente las ansias de caminar en dirección a la meta prefijada por Dios Nuestro Señor; (2) Le., n, 62. (3) Jfat., 11, 12. (4) Ps., 41, 2-3 (5) Serm., 168, n. 18. (fi) Moradas Séptimas, c. ~-º, n. 7

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