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102 P. Jl·STO IJE VILLARES, O. F. M. San Pablo que recibamos cumplida y anticipa– da alegría, que eso significa la expresión "en esperanza". Y todo por virtud del Espíritu San– to que es a quien se atribuye nuestra santifica– ción. Este mismo divino Espíritu, como dice San Gregorio Magno, "da sombra al alma, templa el fuego de todas las tentaciones, y cuando toca el alma con el soplo de su suavidad, aparta de ella todo lo que la quemaba; renueva todo lo agostado; con El reverdece lo marchito y aquel soplo divino hace renacer la fuerza, y acrece el vigor con que corremos hacia la vida eter– na" (17). "Oremos, pues, en el Espíritu Santo, con– servémonos en el amor de Dios, y esperemos la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo, para alcanzar la vida eterna" (18). Así lo prac– ticaron los Santos, quienes por la esperanza de la vida eterna fueron los seres más felices de este mundo. San Francisco de Asís cantaba ju– biloso: "Es tan grande Pl bien que espero, que en las penas ID€ recreo". Y Santa Teresa de Jesús repetía a menudo este estribillo: "Vivo sin vivir en mí -y en tan alta vida espero-, que muero porque no muero". (17) In Exod.. rit.·h-!o po ~fons. DR. J. STR,\UBIN– GER, Las Cartas de San Pablo, p. 5C Butnos Airee (18) / d., 20-21.
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