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P. Jl:STO DE VILLARES, O. F. M. Admirable sentencia. Ella nos da la razón explicativa de los sufrimientos de los Santos. No, en el camino de nuestra peregrinación ha– cia la meta de la esperanza cristiana, no tiene, repito, significado a}guno el aforismo que reza: "El que espera, desespera". Al contrario, en el sufrimiento cristiano, sostenido por la espe– ranza, cuanto más viva y prolongada es ésta, mayor es la paciencia y aun el deseo y el gozo de padecer. Y este fruto de la esperanza no es un su– frimiento estoico, sino producto de la conside– ración de la grandísima importancia que de este aguante de la esperanza se sigue para el alma en el orden sobrenatural. Porque esta paciente espera o este trabajo paciente nos pu– rifica de nuestros pecados, nos corrige y en– mienda de los malos hábitos, nos desprende el corazón de las cosas de este mundo, nos acre– cienta los méritos para el cielo y, sobre todo, nos asemeja más y más a Cristo paciente car– gado con la Cruz. Y no hay duda que este seguimiento del Crucificado nos conviene muy mucho durante nuestra peregrinación por la senda de la vida: pues el primer artículo del código cristiano es este: "El que quiera venir en pos de Mí, nié– guese a sí mismo, tome su cruz y sígame" (8). (8) ivfat., rn, 24.
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