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3. La imitación de Jesucristo Un alma que ansiaba llegar, y llegó a la santidad -Sta. Ca– talina de Siena-, preguntó a la maestra de novicias, al ingresar en el noviciado: -¿Qué tengo que hacer para ser santa ... ? -Procura que tu alma sea un lienzo en blanco en el que, minuto a minuto, pueda irse copiando la imagen de Cristo ... También un joven preguntó a Jesús qué era lo que tenía que hacer para conseguir el reino de los cielos. Como Jesús le respondiese que guardando los mandamientos, y el muchacho asegurase que lo había hecho desde su niñez, Cristo añadió: «Una cosa te falta todavía (para conseguir la perfección); vende cuanto tienes y distribúyelo a los pobres; luego, ¡sígueme!» (Le 18, 18-23) . La guarda de los mandamientos es obligatoriamente ne– cesaria para la salvación. La guarda de sus consejos y ejemplos, la invitación a seguirle e imitarle supone por parte de las almas mayor ge– nerosidad, mérito y perfección. La enseñanza más insistente y común del Apóstol San Pablo es ésta: Es necesario que todos los creyentes se asemejen a Jesucristo y sean conformes con El, consepultados y resucitados juntamente con El, hasta que correinen con El. 1.-Dios quiere que escuchemos e imitemos a su Hijo Cuando los Evangelistas nos hablan de la escena de la transfi– guración de Jesús en el monte Tabor y de la nube luminosa que les cubrió con su sombra, añaden que de la nube salió una voz que dijo: «Este es mi Hijo amado en quien me complazco. A El debéis es– cuchar». (Mt 1, 5). Es evidente, según el sentido bíblico, que la voz de Dios invita no solamente a escuchar, sino a imitar al Hijo en quien se complace. Este es el deseo de Dios tan claramente expresado por el Apóstol en el comienzo de su carta a los Efesios, cuando les dice que Dios 30

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