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1.-Jesucristo, camino de salvación universal Dios quiere la salvación de todos los hombres y, para facilitár– sela, nos da la mejor de las pruebas: «Tanto amó Dios al mundo que le entregó su Hijo unigénito» (Jn 3, 16). «Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva» (Eze 33, 11). Podemos, por lo tanto, esperar en la misericordia divina, puesto que el mismo Jesús nos invita a ella con: - la parábola del buen Pastor, que no sólo busca a las ovejas extraviadas, sino que ofrece su vida por todas ellas (Jn 10, 18 ss), - la hermosísima y psicológica parábola del hijo pródigo (Le 15, 12 ss), - la del buen samaritano (Le 10, 30 ss), - los hechos reales de su perdón a los pecadores: la Magdalena, la joven adúltera, Zaqueo, Pedro, Judas a quien no rechaza el beso y llama amigo cuando va a entregarle ... (Mt 26, 47 ss). Guiados por el Espíritu Santo, debemos seguir a Jesucristo, confiando en su misericordia, al mismo tiempo que acrecentamos la gracia, nuestras cualidades y personalidad, amando a nuestros hermanos y haciendo crecer en nosotros la vida de hijos de Dios, y hermanos de Jesús, que es nuestro camino universal de salvación. 2.-Ei riesgo eterno de morir en pecado Si rechazamos la caridad para con Dios y nuestro prójimo corremos el gravísimo riesgo de no arrepentirnos y morir en nuestro pecado, como Jesús nos advirtió: «Os aseguro que si no hiciéreis penitencia -arrepintiéndoos de vuestros pecados- todos pereceréis igualmente» (Le 13, 5). Los que rechazaron hasta el último momento de su vida el amor y la misericordia de Dios, mueren en pecado mortal. Son ellos mismos los que voluntariamente se separan de Dios y rompen con su amistad para siempre. A pesar de la misericordia de Dios, Este permite esa separación, que es la condenación eterna y el infierno que el hombre libremente eligió, pues, como dice San Agustín: «Aquél que te hizo sin tu con– sentimiento, no te salvará si tú no lo quieres.» 159
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