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- Esa santidad se puede y debe conseguir en los diversos estados y, por tanto, cada uno debe caminar sin vacilación por el camino de la fe viva, que engendra la esperanza y obra por la caridad, según los dones y funciones que le son propios. 2.-EI cristiano, como hijo de Dios, es responsable de su vida en la gracia Puesto que la gracia es «un don interno y sobrenatural que Dios nos da gratuitamente, en virtud de los méritos de Jesucristo y en orden a la vida eterna», nos convierte en hijos de Dios y hermanos de Cristo, constituye un divino tesoro que debemos conservar y acre– centar -recuerda la parábola de los «talentos»- para conseguir el Reino de los Cielos. Tenemos la grave responsabilidad de corresponder a la gracia de Dios ya que, como decía el mismo Jesús, «al siervo bueno y fiel» que negocia y trabaja con los talentos o dinero que se le ha dado, se le otorgarán dones mayores y en cambio será castigado con el infierno el «siervo inútil» que no corresponde a los beneficios y confianza que en él deposita su señor. (Le 19, 12-27). 3.-la tentación oatracción hacia el pecado El ser humano se siente frecuentemente atraído hacia el mal, que se le puede ofrecer bajo capa y color de bien o gusto momentáneo. El Apóstol San Pablo -lo mismo que San Agustín en sus «Con– fesiones»- humilde y sinceramente reconoce que, «a veces no com– prende su proceder, pues realiza lo que no quiere y hace lo que de– testa, aunque comprenda que la ley es buena. En este caso es la tentación o pecado que reside en él quien le empuja a obrar mal ... Cuando quiero hacer el bien, es el mal el que se presenta ante mí. Porque me complazco en la ley de Dios según el hombre interior, pero experimento en mis miembros otra ley, que lucha contra la ley de mi razón y me encadena a la ley de pecado». (Rom 7, 14-25). 142 «El hombre, cuando examina su corazón, comprueba su incli– nación al mal y se siente anegado por muchos males, que no pueden tener origen en su santo Creador... Es esto lo que ex– plica la división íntima del hombre. Toda la vida humana, la individual y la colectiva, se presenta como lucha, y por cierto dramática, entre el hien y el mal, la luz y las tinieblas. Mas to– davía, el hombre se nota incapaz de dome/far con efic:1cia por sí solo los ataques del mal, hasta el punto de sentirse como aherrojado entre cadenas. Pero el Señor vino en persona para liberar y vfyurizar al hombre ... » (Const. Iglesia y Mundo,n. 0 13).
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