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RADIOGRAFÍA llE LA FIUVOLIDAD 151 creac10n visible e hijo de Dios. Tu porte debe estar en ar– monía con esa augusta dignidad. No sólo debes evitar el pe– cado grave, que representaría la mayor abyección del mun– do y lo más repugnante a tu nobleza. Todo tu porte, a to– da hora y momento, debe ser noble, digno y distinguido. "Más vale un pensamiento del hombre que todo el mun– do, y por eso sólo Dios es digno de él, y a El se le debe", -escribió San Juan de la Cruz. Jerarquiza todos los seres creados, y revisa en serio tus relaciones con ellos. Adoración, a ninguna cosa ni persona; adoración sólo a Dios. Amor desordenado a nadie; a Dios se le debe amor sobre todas las cosas. Esclavo, de nadie; sólo esclavo y servidor de Dios. Las criaturas son cria– dos que Dios puso a tu servicio, para que tú le sirvieras solamente a El. Cierto que debes amor de caridad a tus semejantes, que son hermanos tuyos e hijos de Dios. Cierto que de– bes amor, reverencia y obediencia a tus padres, porque re– presentan a Dios y porque Dios expresamente así te lo ha mandado. Cierto que debes amor y reverencia a los San– tos, por ser las personas que están más cerca de Dios, por ser los seres a los que Dios más ama, por ser los cortesa– nos más esclarecidos de la corte de Dios, por ser los her– manos tuyos más aventajados en la más auténtica nobleza y excelencia, que son las de la santidad. Hónrales como a los supercampeones del mundo. Invócales como a los más poderosos ante Dios. Pero por cima de todos, ama, reve– rencia e invoca a la Virgen María, la más santa mujer de tu estirpe, la Madre de Dios y Madre tuya... Las otras, las criaturas materiales, todas están muy por por debajo de ti. Son tus criados. Son tus vasallos. Las ri– quezas, los placeres, los honores, la salud, la robustez, la hermosura, los animales, las plantas, las cosas, el mundo entero; todo es más pequeño que tú. Te envilecerías con– virtiéndolos en tus ídolos. Te rebajarías convirtiéndote en su esclavo. III) Lo más excelente del hombre, la gracia santifi– cante. Por cima de toda esa grandeza natural del hombre, y a inmensa altura sobre ella, está la grandeza de la gracia