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RADIOGRAFÍA DE LA FRIVOLIDAD 14!) ilusiones, fue a hacer una visita a San Felipe de Neri. Le contó, entre otras mil cosas, que estaba estudiando Dere– cho en la Universidad, y que, terminada su carrera, espe– raba obtener un brillante porvenir. -Y cuando termines la carrera, ¿qué vas a hacer?, -le preguntó el Santo. -Poner bufete y defender causas. Para eso estudio leyes. -¿Y después? -Después, -contestó el muchacho-, sin duda que con- quistaré gran renombre, pues mi carrera hasta ahora ha sido brillante. -¿Y después? -Después, no hay que decir que ganaré mucho dinero. -¿Y después? -Después, me casaré con una mujer rica y hermosa. -¿Y después? -Después, podré gozar plenamente de la vida. -¿Y después? -¡Después! ... Pues... después, ya se sabe; todos tene- mos que morir. El acoso del Santo continuó implacable hasta el copo en el último reducto. -¿Y después? El joven se sintió ya molesto, ante este martilleo cons– tante del Santo con ese "después", que no estaba acostum– brado a tener presente en sus planes de mundanidad y, un tanto desabrido, le contesta: -Y después, ¿qué? ¿Qué hay después? Era el momento del Santo, y el momento de la gracia. Había que hundir la espada hasta la empuñadura en aquel corazón joven, decidido a convertir su vida en un paraíso, con peligro de perder el cielo. Y toma la palabra para de– cirle: -Era mi última pregunta. Pero, ¿no te atreves a con– testarla? ¿Te asusta ese después? No te preocupes por la respuesta. Te la daré yo mismo ... ¡Después de morir, serás juzgado por Dios! ... ¿Y sabes tú dónde irás a parar?... Terminó, no muy gratamente para el joven, aquella en– trevista, y se despidió del Santo. Pero aquel reiterado "después", se le clavó en el alma, le acompañó a todas par– tes, apenas le dejaba dormir. Y, al cabo de algunos meses,

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