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CAPITULO XIV PUNTUALIZANDO ... Campoamor, que tiene tantos versos con ribetes de filo– sofía, nos ofrece una estrofa, que no sabemos si obedece a un estado sicológico suyo, o a una artificiosa y poética ficción: "¿Es sueño, o realidad, lo que he vivido? No lo sé; pues yo que hablo, no estoy cierto si al juzgarme despierto, estoy dormido, o al creerme dormido, estoy despierto". Muchas veces nos ocurre estar dormidos, y soñar que estamos despiertos. Y luego al despertar de verdad, nos damos cuenta de que éramos víctimas de un engaño; ha– bíamos estado dormidos, y bien dormidos. Pero hay otro engaño, demasiado frecuente en la vida real; y es el de creernos habitualmente despiertos, y en realidad pasar la vida dormidos. Muy despiertos, sí, a las cosas materiales que representan alguna ganancia líquida o alguna satisfacción sensible. Despiertos para los negocios, la ambición, el goce. Pero completamente dormidos para la verdadera vida, la vida sobrenatural de la gracia y los méritos. Dormidos a las divinas realidades del más allá. I) Presencia perenne del más allá en nuestros cálcu– los y apreciaciones. El Papa Pablo VI ha dicho recientemente, en la alocu– ción del 29 de Junio de 1970 a los peregrinos estacionados en la gran Plaza de San Pedro: "El mundo va perdiendo hasta el sentido y la noción de la vida religiosa". A través de estas angustiosas palabras del Papa, yo me imagino a la humanidad como a un enfermo grave, que va perdiendo poco a poco la visión del mundo que le rodea, que va perdiendo el conocimiento de la fe, que va perdien– do el raciocinio sobre las cosas sobrenaturales, cayendo en ese profundo coma del total olvido; sueño fatal que puede conducirle a la muerte eterna. Aunque no queramos pensar en ello, aunque lo olvide-

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