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144 P. DAVID DE LA CALZADA poner la fe y doctri!.1a sobre las costumbres, no podrían ser fundamento de la Iglesia. Por eso, la definición tan esperada del Concilio Vatica– no I, que tanta tranquilidad volcó sobre las conciencias cristianas. Dice el Concilio: que "es dogma de fe que el Ro– mano Pontífice cuando habla ex cathedra, es decir, cuando ejerciendo el oficio de pastor y doctor de todos los cristia– nos con su suprema autoridad apostólica, define alguna doctrina que deba tener toda la Iglesia acerca de la fe y de las costumbres, en virtud de la asistencia divina, que se le prometió en la persona de Pedro, tiene toda la infalibi– lidad que el Divino Redentor quiso que tuviese la Iglesia para definir la doctrina de fe y las costumbres". Por tanto, el Papa es infalible cuando habla ex cathedra, como pastor y doctor de todos los cristianos, y sobre cosas de fe o de costumbres. Y la infalibilidad no le viene por su preclara inteligencia, que puede ser inferior a la de muchos doctores, sino por una asistencia especial del Espíritu San– to en bien de la Iglesia. En conclusión; que cuando el Papa habla en esas con– diciones, es infalible, no puede engañarse ni engañarnos. En su palabra está la verdad; y a ella podemos atenernos con absoluta confianza. Cuando el espíritu se siente atormentado por dudas torturantes en torno al mundo del más allá o en torno a los inherentes problemas de las almas, peregrinas por el mun– do hacia un ignoto destino, ¡qué tranquilidad más grande cae sobre las conciencias al pensar en el dogma de la infa– libilidad del Papa! Dios no nos ha dejado abandonados a nuestros errores y equivocaciones. Habla el Vicario de Cris– to, y la luz se hace en medio del caos, y la serenidad des– ciende a las almas ... Cuentan de un sabio, que tenía grandes deseos de lle– gar a Roma y ser recibido por el Papa. Y, por fin, un buen día emprendió su viaje hacia la ciudad eterna, con la espe– ranza de ver sus ilusiones de siempre convertidas en rea– lidad. Llegó a Roma y logró enrolarse con la multitud que en– traba en la Basílica de San Pedro a una audiencia ponti– ficia. Cuando la blanca figura del Papa apareció ante él, le invadió la más profunda emoción de su vida. Sintió ganas
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