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RADIOGRAFÍA DE LA FRIVOLIDAD 137 rrentes, soplaron los vientos, y dieron sobre aquella casa, y cayó, y fue grande su ruina". (Mateo VII, 24-28). Las palabras de Cristo tienen una claridad meridiana, merced a estas comparaciones diáfanas y llenas de grafis– mo, que pueden entender hasta los párvulos de la escue– la. Con incomparable elocuencia vienen a decirnos que el que oye su doctrina y en las obras se atiene a ella, funda su casa sobre roca inconmovible, de modo que nada podrán contra ella los vientos y tempestades. Pero aquel otro que se contenta con oír la palabra de Cristo, sin atenerse a ella en sus obras, por creerla dispa– ratada y absurda, es como el necio que levanta su casa so– bre arena. La arena de las falsas opiniones del mundo. La arena del criterio de la pasión y de los sentidos. La arena del capricho o del instinto carnal, opuesto a la Ley de Dios. Este tal, creyéndose listo, es el necio ante Dios. Su casa levantada sobre arena, no puede resistir el embate de los elementos. Y cuando viene la muerte, el cuerpo se désplo– ma en una sepultura y el alma cae en el abismo del infier– no. Su ruina es grande; tan grande como que su nombre es eterna condenación. Pero lo incomprensible y extremadamente triste es que muchos hombres huyan deliberadamente de la doctrina de Cristo, que tanta luz arroja sobre las cosas. No son la go– londrina de los cielos luminosos y azules, sino el murcié– lago de la oscuridad de la noche. Parece como si la luz hi– ciera daño a sus pupilas, y prefieren la oscuridad con todos sus riesgos. No quieren escuchar la palabra de Cristo, por no comprometerse. Y es que el que obra mal y quiere se– guir obrando mal, aborrece la luz de la palabra de Cristo, que le pone en evidencia y le clava el dardo del remordi– miento en el corazón. San Pablo escribe a Timoteo unas palabras memorables, que suenan a aciaga profecía para un futuro no concreta– do. Estas palabras podrían ser el resumen de este libro. Leedlas, y tomad nota: "Tiempo vendrá en que los hombres no podrán sufrir la sana doctrina, sino que, teniendo una comezón extrema– da de oír doctrinas que lisonjean sus pasiones, recurrirán a una caterva de doctores propios para satisfacer sus des– ordenados deseos, y cerrarán sus oídos a la verdad y los aplicarán a las fábulas". (Tim. IV, 3-4).
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