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134 P. DAVID DE LA CALZADA aparato de radio; para captar las realidades invisibles, la fe". Tengamos siempre levantada la antena de la fe, y cap– taremos muchas noticias de realidades inefables, que nun– ca llegarían a nosotros por otros medios. Dios ha hablado para nosotros. Y Dios lo sabe todo, y es la bondad infinita. K.1 consecuencia, ni puede engañarse ni engañarnos. Lo que Dios nos dice, es la verdad; pode– mos estar bien seguros de ello. Y Dios quiso hablarnos por su Hijo, venido al mundo para ser "camino, verdad y vida". He aquí algunas de sus luminosas declaraciones: "Yo para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad oye mi voz, -di– ce a Pilato que le interroga. (Juan XVIII, 37). "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá luz de vida". (Juan VIII, 12). Y en otra parte, dice a la multitud, aludiendo a la fe– liz coyuntura de su paso por el mundo como predicador del Evangelio: "Por poco tiempo aún está la luz en medio de vosotros. Caminad mientras tenéis luz, para que no os sor– prendan las tinieblas, pues el que camina en tinieblas no sabe por dónde va". (Juan XII, 35). Aludiendo a los desgraciados que habían cerrado sus oídos y tapado sus ojos a la luz salvadora de su palabra para no comprometerse, dice: "...han endurecido su corazón y han cerrado sus oídos y tapado sus ojos; a fin de no ver con ellos, ni oír con los oídos, ni comprender con el cora– zón por miedo de que convirtiéndose, yo les dé la salud". (Mateo XIII, 15). Y vuelto a los que le escuchan, los declara afortunados sobre toda ponderación, por verle a El y escuchar su pala– bra: "Dichosos vuastros ojos que ven, y dichosos vuestros oídos porque oyen. Pues, en verdad os digo, que muchos profetas y justos ansiaron ver lo que vosotros estáis viendo y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron". (Ma– teo XIII, 16-18). Considerémonos felices y afortunados, porque aunque hoy no tengamos a Cristo que nos hable visiblemente como a los judíos de entonces, tenemos su palabra en el Evange– lio, y la palabra de la Iglesia y sus ministros, que nos ad-
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