BCCCAP00000000000000000000519
126 P. DAVID DE LA CALZADA encargadas solamente de ejecutar, sólo se cuidan del ins– tante y de la impresión actuales. La razón no se para sólo en el placer, sino en la utili– dad, en la moralidad, en el decoro; las pasiones prescinden del decoro, de la moralidad, de la utilidad, de todo lo que no sea la impresión agradable o ingrata que en el acto se experimenta". Y un poco más adelante, añade el filósofo en otro pá– rrafo: "Pero si el hombre no fija nunca su mirada en su inte– rior, si obra según le impelen las pasiones, sin cuidarse de averiguar de dónde nace el impulso, para él llegan a ser una misma cosa pasión y voluntad, dictamen del entendi– miento e instinto de las pasiones. Así la razón no es señora, sino esclava; en vez de diri– gir, moderar y corregir con sus consejos y mandatos las in– clinaciones del corazón, se ve reducida a vil instrumento de ellas y obligada a emplear todos los recursos de su saga– cidad para proporcionarles gozos que las satisfagan". De lo expresado por el filósofo deducimos, que sería una insigne locura tomar como criterio o principio de orien– tación de nuestras vidas, el dictamen de las pasiones. Dios nos ha dado la razón para algo. Al construir esa máquina maravillosa de nuestro cuerpo, situó en lo más alto la ca– beza, y en ella, como en su trono, el cerebro. Desde allí la razón sería la reina que, como el cochero en el pescante, rigiera los destinos de nuestra vida. Y, ¡qué triste!, nosotros, los hombres, empeñados en andar por el mundo de cabe– za, o, lo que es peor, sin cabeza... En las fábricas y almacenes de juguetería, a aquellos juguetes que se estropean y quedan sin cabeza, o se les arregla debidamente, o se les retira del mercado. Y si se empeñan en darles circulación, serían rechazados por el cliente; quizá no los quisiera ni regalados. ¡A cuántos hom– bres sin cabeza ni reflexión habría que retirarlos del trato con la sociedad! Lo que da peso a las cosas no es precisamente el volu– men, sino la densidad. Puede haber cosas muy volumino– sas que pesen menos que otras muy diminutas. Una volu– minosa bala de algodón, pesa bastante menos que una pe– queña bola de plomo. ¿Quién nos persuade de esto? Los ojos no; la balanza. Poned cada cosa en un platillo dife-
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz