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92 DÍA 18 ¡_Qué ansia tan insaciable de agradar a la Purísima Madre! Ayunos y abstenciones en su honor, oraciones y coloquios: todo era para la Virgen. A la festividad de la Asun– ción se preparaba con un ayuno, que co– menzaba el día de la Octava de San Pedro. Todos los sábados rezaba el Rosario com– pleto, y era tal el consuelo interior que le producía esta devoción, que multitud de veces tenía que suspenderla por no poder resistir todo el contento que le traía al alma. En todo buscaba el agrado de la Virgen Santísima, y la bondadosa Madre coronó la piedad de su devoto Félix con una gracia final muy hermosa. ·Era el último día que San Félix pasaría sobre la tierra. Todo parecía terminado. Se le habían administrado también los últimos Sacramentos, que el enfermo viejecito reci– bió con edificante fervor. Quedó a su cuidado un religioso, mien– tras los demás continuaban sus labores, cuando he aquí que la celda del moribundo se iluminó con una luz maravillosa. Era la Santísima Virgen que se apareció a Fray Félix. Llevaba su Niño en brazos v le acom– pañaba un escuadrón de ángeles: Loco de alegría, exclamaba el santo: "¡Qué veo, qué veo!", y como el religioso acompañante le
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