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CON FLORES A MARÍA 86 sidad del dolor nos deja conocer el lugar que ocupa cada alma en el afecto del Señor. Siendo, pues, María la persona más santa y querida de Dios, sin comparación posi– ble, ya podemos por ahí comprender cuán– ta ha sido la profundidad de sus dolores. La llamamos Mártir, y con razón. Már– tir de los mártires o, si queréis, Reina de los mártires, pues Ella ha sufrido el martirio más atroz que se puede sufrir en este mundo, después del de Jesús. Y a se comprende que no es necesario el derramamiento real de san– gre; por eso dice San Bernardo que el marti– rio de María no consistió en morir a mano del verdugo, sino en el acerbísimo dolor que padeció en su corazón. No, no es preciso que uno muera realmen– te; basta un tormento capaz de quitarnos la vida, y María sufrió tanto y tan bárbara– mente, que, distribuído su dolor por la tie– rra, era suficiente para causar la muerte a to– dos los hombres. ¡ Qué gran fortaleza la de su Virginal Co– razón! Meditemos brevemente en el océano de ,:-lo– lores de la Virgen, y pidamos la gracia q ne deseemos conseguir. , Para mejor obtenerla. le· dirigiremos lás siguien– tes deprecaciones y Aoemarfas, como en la pág. 16.
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