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DÍA 9 - - - ------- - - --------- do de mí, y moriría de pena si un sólo día dejara de ver a mi amada. Voy a ver a mi dama, que es la más noble y la más hermosa de toda Sena " . Y se iba corriendo. La pobre monja quedaba suspirando ; pero no había motivo para temer. Donde San Bernardino había ido era a visitar una imagen de la Virgen. La Divina Señora lo llenaría de mercedes, comenzando por ob– sequiarle con la vocación religiosa. En vir– tud de ella, Bernardino vistió el hábito franciscano. Tanto el celo como el saber, le empujaban a la predicación; pero chocó con una gran dificultad; apenas tenía voz, era poquita y ronca; casi no se le oía y hacía reír. ¿Qué hará Bernardino? ¿Ahogará aquellas ansias de hacer bien a las pobres almas? No, Se lo recomendó a su amante y divi– na dama , y ;ella se encargó de arreglarlo todo. Por medio de un verdadero milagro, la Virgen Santísima le <lió una voz tan fuerte y robusta , que no se le gastaría fácilmente. Milán y Venecia, Pavía y Florencia , Ná– poles y Roma, oyen sus ardientes sermones; obispos y ciudades se disputan el turno para llevárselo a predicar; la vida entera con– sume en este santo ejercicio, pero la voz que ·-----------------------

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