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286 LOS FRANCISCANOS CAPUCHINOS EN VENEZUELA han las chozas o sombrajos de los Otomacos, de suerte que en el cen- tro de estas distancias cae la casa que habita ci Padre, y a su frente sobre la orilla del río la garita que es cuartel de los soldados. La fá- brica es mala, pues aunque la Iglesia y casa del Padre son de bahare- que es poca su elevación y tienen muchos defectos. Lo que corres- ponde a los Cabres es menos malo respecto a los indios, pues siendo embarradas están dadas de blanco por fuera. Los Otomacos que es la Nación que compone la fuerza del vecindario se distinguen en mucho de los otros, pues no tienen lugar sus casas en la clase de fá- brica, y se reducen a una multitud de chozas abiertas que sirven de sombrajos, reduciéndose por esta parte el pueblo a un laberinto de hojas y palos que por la abundancia de indios parecen hormigueros racionales. La población de hoy es de seiscientos indios corno de- muestra el estado de actual existencia, pero es menester advertir que suele ser mayor: hasta mil en el tiempo que se hace la pesca de la tor- tuga, y al presente hay mucha esperanza de que estos indios hagan pié. El cuidado del pueblo está al cargo del Padre Enrique de Ro- jas, español criollo de la Ciudad de Junjar; sujeto de distinguida vir tud, si bien sus pocos años no le han quitado los temores de Novicia- do, y su dulce tranquilidad de espíritu le (la motivo a tratar con agrado a los indios Otomacos que no están bien persuadidos a la vida civil y cristiana que los Padres les ofrecen. El comercio que este pueblo practica es ventajoso en su clase, pues la Nación Otornaca es la única que hace la quiripa que son cier- tos hilos de cuentas de todos tamaños, fabricados (le la concha de ciertos caracoles; mercancía que corre con estimación entre los pueblos de todas las riberas de Orinoco, inclusos los Pariagotos, Bar- miagotos, Caribes y demás Naciones que las pueblan. Así mismo son los que con abundancia extraen la manteca de tortuga, y con su abun- dancia son los que atraen el comercio de esta especie que vienen a hacer de Guayana y otros pueblos. Fabrican esteras que aunque bas- tas son apreciables de los indios, y otras gentes mixtas para sentarse o hacer labor. Cogen en los montes mucha cera y miel de abejas exquisita, y con todo comercian, cuando vienen a ellos otros, tomando en cambio aguardiente y demás rescates de que necesitan; de suerte que tanto la Procuraduría de Carichana, pueblos de los Padres y de- más vecinos de ellos, hallan en este pueblo sus repuestos de manteca para todo el año, y así a proporción los demás forasteros que vienen a este fin, de que se puede inferir la gran entrada que ofre en Orinoco esta mercancía. Ya queda dicho que el territorio de Uruana se dilata en gran- des sabanas y en ellas pudiera haber mucho ganado vacuno y caballar, pero solo habrán quinientas reses propias del Padre o Iglesia, con las cuales se mantiene y dispensa alguna limosna a la cuadrilla del rezado y (le ella se suministra a los soldados que la piden a cuenta de su paga.

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