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1IISION DE LOS PP. DOMINICOS.—CAPITULO IV 263 a la natural rebeldía de los indios y a sus costumbres salvajes, favore- cidas por la grande extensión de las malsanas tierras, y aún teniendo frecuentes choques con los Religiosos Capuchinos que evangelizaban las regiones limítrofes (le Venezuela: este último inconveniente exis- tía desde el principio de la Misión (ya en 30 de diciembre de 1712 expedía S. M. Real Cédula a fin (le que el "Govor. de Caracas no con- sienta qe. los Capuchinos de su Provincia perjudiquen a las Misiones del Orden de Predicadores) (1), y dió lugar a numerosas y sucesivas co- rrespondencia de reclamos entre una y otra Orden religiosa: de 1770 a 1780 continuaban vivas estas diferencias, que, por complicadas y numerosas, bien' pudieran ser objeto do un largo estudio histórico-ju- díco. A pesar de todo, los frailes continuaron con fruto su trabajo: de aquellas naciones de indios Guaranaos, Guaxivos, Achaguas, Gua- mos y Chiricoas, poco a poco, a fuerza de las entradas anuales de los misioneros, lograron fundar en los llanos de Apure (jurisdicción de San Cristóbal) y Barinas los pueblos de San José de Zancudos, San Miguel, Maporal, Santa Bárbara, San Antonio, Otopún, Nuestra Señora del Real, San Rafael, Nuestra Señora del Rosario de la Palma, San José, S. Juan Nepomuceno, San Vicente, Santo Domingo, Santa llosa, Santa Catalina, San Jacinto de Ticoporo, San Luis, Santa Lucía, y San Carlos, de los cuales habían desaparecido en 1770 los cuatro últimos y los de San Rafael y Santo Domingo habían sido reedificados. Innumerables trabajos se habían puesto en la, consecución de este fin, pues los indios "vivían en lo más agreste de los montes, y orillas de los Ríos", y mantenían después de reducidos su instinto montaraz que los llevaba a la fuga y despoblación de los pueblos: sólo el espíritu de los misioneros, que los atraían continuamente, que "los asis- ten en sus enfermedades hasta con los remedios y sustento y los bau- tizan, casan y entierran, sin interés alguno", logró estabilizar las fun- daciones, edificar Iglesias decentes y bien adornadas y reducir a los naturales hasta sembrar y beneficiar el algodón en telares "sin cajo cuidado anduvieran corno en su barbarie desnudos". Para el adelantamiento de una obra tan interesante y civilizadora, la religión representó a S. M. por medio de su Procurador Fr. Jacinto Antonio de Buenaventura los medios siguientes, entre otros que juzgó oportunos: que en cada pueblo hubiese dos misioneros, uno en pro- piedad y otro supernumerario, a finn de evitar la huida de los indios cuando el único que había tenía que apartarse por enfermedad o para (1) En una nota anterior hemos indicado los pasajes de esta obra, en que se exponen las causas de esos choques, que no fueron otros sino la cuestión de limites entre las dos misiones, que no estaban bien de- terminados. Por los años de 1775 se vino a aclarar la cuestión de S. Jaime que fué el punto más discutido. (',Tase el T. 1. de esta obra, p. 229). Además los indios de Los Llanos con mucha frecuencia se huían de nuestras misiones, internándose en la Provincia de Barinás, y los misioneros los seguían para cogerlos de nuevo. (N. del A).
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