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dar comü:nzo fl.. su apostolado y establecer su habitual re– sidencia durante su vida pública. Isaías en su visión pro– fética contempló esta región iluminada por una luz muy grande. Era la luz que Jesús traía al mundo para derra– marla sobre aquellos pueblos sentados en las sombras de la muerte; luz que había de difundir con sus palabras y sus obras. Era llegado ya el momento de manifestarse al mundo y ele darle a conocer su sublime y salvadora doctrina. Consciente de su misión mesiánica, dio comienzo a su pre– dicación anunciando el Evangelio del reino de Dios con estas palabras: -- El tiempo Sl' ha cumplido, y el reino de Dios se acerca. Haced :penitencia y creed el Evangelio. La Buena Nueva está anunciada. Comenzada su siem– bra evangélica, Jesús despliega una actividad ininterrum– pida. Su apostolado no tiene tregua ni descanso. Reco– rre pueblos y ciudades; cruza los campos y el lago. Habla en las sinagogas, por los caminos, sentado en los montes o sobre la barca. Su palabra sencilla, alada, cae en las almas como rocío del cielo. Enseña al pueblo preferentemente los sábados en la Sinagoga. Los que le escuchan se quedan maravillados al oirle. El, al hablar. irradiaba una dulce y serena majestad desconocida. Aquello era enseñar. No como los escribas que embrollaban los conceptos y no in– fundían el respeto debido. Las lecciones del Nazareno po-• nían en evidencia su autoridad. su fuerza avasalladora Unos decían: Esto es ser Maestro. --· Nadie ha hablado como El respondían otros. Sucedió un día que mientras Jesús predicaba en la Sinagoga de Cafarnaúm, un hombre víctima de posesión diabólica, alzó su voz y el espíritu inmundo que lo poseía exclamó de pronto a grandes gritos: ¿Qué hay l'ntre ti y nosotros. Jesús Nazareno? ¿Has 90

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