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con ellos. Jesús accede a sus deseos y permanece en su ciudad dos días. Las palabras, los gestos, las miradas, todo el conjunto de la persona de Jesús conmovieron a aquellas gentes. Era un campo maduro para el reino de Dios. Lle– nos de fe, muchos de ellos decían a la mujer: -- Ya no creemos por tu palabra, pues nosotros hemos oído y conocido que Este es verdaderamente el Salvador del mundo. Tras la corta estancia en Sicar, Jesús siguió su viaje a Galilea. El Nazareno continuó andando a lo largo del camino entre praderas y trigales. El también era labrador que es– peraba su cosecha. A su mente vino la mies espiritual ya recogida y esto le inundaba de gozo. Ya están los campos amarillos para la siega. 84

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